sábado

El año que vivimos peligrosamente, Peter Weir, 1982

Las películas de Lord Velasco: El año que vivimos peligrosamente
Jill Bryant, agente del servicio de inteligencia británico, recibe un mensaje en clave en su oficina de Yakarta en el que se informa de la llegada inminente de un barco con munición para el partido comunista de Indonesia. El golpe contra el presidente Sukarno es inevitable, al igual que la guerra civil. Jill se gira sorprendida con una mirada de horror y apretando los labios. Fuera, la lluvia cae torrencial, lluvia que abrazará el paseo impotente de la espía camino del despacho del periodista australiano Guy Hamilton. Éste la recibe con un cálido beso que la mujer transforma en un beso voraz, en un abrazo de hierro. Guy responde a la impetuosa pasión de la mujer sin saber lo que está ocurriendo y tan sólo después de haberse acostado con ella conocerá la verdad. Es admirable la forma en que Weir anuda el conflicto exterior, el de la situación política de Yakarta durante los tumultuosos años 60, con la tormenta interior de sus personajes, siguiendo una tradición que el mismo Shakespeare había despachado con sencillez al inicio de “Troilo y Crésida” (“¿Por qué pelear fuera de los muros de Troya si aquí dentro sufro una batalla cruel?”).
Los años 80 vieron el desembarco de una serie de films que llegaron a constituir un pequeño subgénero, el de las aventuras de los periodistas en guerra. Varias de esas películas tuvieron un gran interés pero hubo dos títulos que brillaron con fuerza, la extraordinaria “Bajo el fuego” (Roger Spottiswoode, 1984) y la pieza que aquí nos ocupa, una magistral clausura de la mejor etapa de su director, la correspondiente a sus films australianos. “El año que vivimos peligrosamente” recuerda, por su inolvidable atmósfera, por la sensualidad de sus formas y por su antológico guión, que fue coescrito por Weir, David Williamson y C. J. Koch a partir de una novela del tercero y que es una mezcla asombrosa de precisión y sugerencia que parece seguir los principios del wayang, forma del teatro indonesio al que se cita explícitamente a lo largo de la película, a las anteriores obras maestras del director y, muy especialmente, a la memorable “Picnic en Hanging Rock”. Las une un tono irresistible que, lamentablemente, la filmografía posterior de Weir ha visto palidecer.
El año que vivimos peligrosamente”, con su título evocador e inolvidable, no sólo se benefició del talento de su director. También Russell Boyd en la fotografía, Maurice Jarre en la música y Mel Gibson y Sigourney Weaver a la cabeza del reparto dieron lo mejor de sí mismos en este film irrepetible que se vio enriquecido por la interpretación antológica de Linda Hunt, materialización definitiva de uno de los personajes más complejos que ha dado el cine: el del sobrecogedor Billy Kwan.

jueves

La revolución sexual, La casa azul, 2007

Los Discos de El Hombre de las Gafas: La revolución sexual


Y llegó 2007 y se desveló uno de los secretos peor guardados del panorama musical patrio: Guille Milkyway era La Casa Azul (o La Casa Azul era Guille Milkyway. Que da lo mismo como lo mismo da). Ese mismo año La Casa Azul publicaba su tercer álbum "La revolución sexual" y conseguía revolucionarnos hasta hacernos enloquecer de alegría, de felicidad, de deseo sexual, de consumismo atolondrado y de chaladuras varias.

Musicalmente, las canciones de " La revolución sexual " estaban basadas en las mismas coordenadas que habían hecho de La Casa Azul un grupo de culto a nivel mundial: canciones pop melódicas, con estribillos pegadizos y fácilmente tarareables. Música pop con mayúsculas para unas canciones que te atrapaban a la primera y te convertían en el protagonista de las historias que contaban.
Aunque en "La revolución sexual" , Guille Milkyway, mantenía ese aspecto de pop clásico y atemporal que, junto a inacabables golpes de efecto, cambios repentinos y giros sorprendentes caracteriza las composiciones de La Casa Azul, tanto el sonido como la temática de las canciones evolucionaban hacia nuevos parajes. En este disco el amor/desamor ya no era el eje único y central de las letras de sus canciones, sino que se trataban también sentimientos como el desengaño, la frustración,el trabajo, las adicciones o las manías personales. Y aún así las canciones no perdían su carácter efervescente y chispeante, al contrario: se extremaban sus características sonando más tecnológicas que nunca, con constantes referencias al techno-pop japonés.
Podría ponerme a comentar una por una todas las canciones del disco, pero no me da la gana. Mejor lo escuchas tú mismo y sacas tus propias conclusiones. Supongo que si eres amante de la buena música ya tendrás esta joya en tu discoteca y sabrás de lo que hablo. Y si todavía no la tienes te aconsejo que la consigas ya mismo y la disfrutes y así de paso le das algo de lustre a tus estanterías.


miércoles

Devenir perra, Itziar Ziga

Los Libros de Lord Velasco: Devenir Perra, Itziar Ziga
La novísima editorial Melusina no ha dejado de ser noticia desde que fue creada por José Pons Bertran en 2002. Su prolífico catálogo se centra en el ensayo y escarba en temas de antropología, sociología, teología, feminismo, sexualidad, urbanismo y un largo etcétera. Es una editorial amante de la polémica, cosa que se agradece en los tiempos esclerotizados actuales tan amantes del aquí no pasa nada y de la transgresión tocomocho. Entre sus piezas más comentadas figura “La plaza del azufaifo”, de Isabel Nuñez, y el definitivamente inocuo a pesar de la gran repercusión que tuvo “Odio Barcelona”. Sin duda, una de las líneas más interesantes de Melusina es aquella que tiene que ver con la reescritura de la sexualidad, del feminismo y del universo queer. Alrededor de esa reflexión escriben autoras como Virginia Despentes, Lydia Lunch, Beatriz Preciado o Gabriela Wiener. Y todas con una tinta tan desbocada como combativa a la que se ha unido la de la furiosa Itziar Ziga.

“Devenir perra” es la encendida defensa de un feminismo chucho. Esto es: de una feminidad “extrema, radical, subversiva, espectacular, insurgente, explosiva, paródica, sucia, nunca impecable, feminista, política, precaria, combativa, incómoda, cabreada, despeinada, de rímel corrido, bastarda, desfasada, perdida, prestada, robada, extraviada, excesiva, exaltada, borde, canalla, viciosa, barriobajera e impostora” muy alejada, al decir de su autora, de los modelos de la feminidad dulce y autocomplaciente. Ziga no se limita a épater le bourgeois y a gritar. A su incontenible grito le sigue la reflexión y a la opinión, el documento. El libro comienza con el capítulo “Me gusta ser una zorra: la construcción del placer” que parte de un jugoso análisis de la mítica actuación que dieron Las Vulpess en el programa de televisión española Caja de ritmos a principios de los 80 y acaba con una “Oda al coño de Annie Sprinkle” en el que homenajea la labor de esa pionera del arte posporno. Entre uno y otro capítulo, además de extractos de entrevistas y un reguero de datos, hay tantas risas como lloros.
Me contaba el dueño simpatiquísimo de la muy recomendable librería Watergate que Itziar Ziga había protagonizado la firma de libros más espectacular y atronadora del Sant Jordi de este año. Por lo visto, llegó a la puerta de la librería con una caja llena de ejemplares que dejó sobre una mesa. Se sentó en una silla y se bajó las bragas. Después se pintó el chumino de rojo pasión y fue dedicando el libro a sus fans pasándolos por su raja. Eran las seis de la tarde en la plaza Vicenç Martorell.

domingo

La inglesa y el duque, Eric Rohmer (2001)

Las péliculas de Lord Velasco: La inglesa y el duque, Eric Rohmer (2001)




Como quien no quiere la cosa la década está tocando a su fin pero antes de que llegue el próximo enero y nos empiecen a dar la murga con previsibles listas de “Lo mejor de…” nos vamos a adelantar un poco y vamos a ventilar el tema por medio de esta sección. Poco a poco, y a golpe de recuerdo feliz, haremos un recuento desordenado de las cosas que nos chiflaron. De películas como “La inglesa y el duque”, por ejemplo.

Tengo que reconocer que nunca vuelvo a ver las películas de Eric Rohmer. Sólo las disfruto una vez. Me pasa tanto con los “Cuentos morales” como con las “Comedias y proverbios” y los “Cuentos de las cuatro estaciones”. Pero hay un puñado de títulos que sí visitaría de nuevo y que no pertenecen, curiosamente, a sus ciclos más famosos. Hablo de películas como “La marquesa de O” (1976), “Perceval el galo” (1979) o “El romance de Astrea y Celadón” (2007), películas que suponen una ruptura con el estilo más conocido de Rohmer en al menos dos aspectos: parten de obras literarias para mirar al pasado, sea histórico o mitológico, de una manera imprevista. Como en todo, hay excepciones: “Triple agente” (2004) cuenta una historia original ambientada en los años 30 y “Cuatro aventuras de Reinette y Mirabelle” (1987), “El árbol, el alcalde y la mediateca” (1993) y “Les rendez vous de Paris” (1995) son películas de Rohmer que, ambientadas en la actualidad, no forman parte de ningún ciclo. En cualquier caso: ese otro ciclo sin nombre que Rohmer labró con el tiempo al margen de sus películas más programáticas me parece el menos rígido y el más sugestivo de todos.

La inglesa y el duque” es una adaptación de las memorias de la aristócrata escocesa Grace Elliott que fueron publicadas póstumamente en 1859 con el título “Ma vie sous la révolution”. Se centran en la relación que mantuvo con el duque de Orleans durante los tiempos convulsos de la revolución. Como en “Perceval el galo”, Rohmer somete el material literario a un tratamiento visual insólito: si en su versión de Chrétien de Troyes se había basado en las perspectivas sin fondo de los retablos medievales, “La inglesa y el duque” recrea la revolución francesa a partir de pinturas de la época. Es admirable el sentido del riesgo de su director quien, a sus 81 años, se sirvió de la tecnología digital para este fascinante viaje al pasado en el que, salvo en unos pocos interiores, los personajes se mueven y hablan entre las entrañas de los cuadros. El resultado, pimpante, es algo así como un colirio contra los clichés de la ambientación histórica.
Por su retrato feroz de la revolución, “La inglesa y el duque” levantó una polvareda en Francia que le hizo ser rechazada en el Festival de Cannes. Fue repescada a lo grande en el Festival de Venecia, donde aprovecharon para premiar a Rohmer por toda su trayectoria. En Castelldefels la pudimos ver en el Cine Plaza, cosa que todavía no me explico.

jueves

Vida y Milagros de Lord Velasco

Quinquis de los 80



El CCCB ha vuelto a dar la campanada con la que promete ser una de las exposiciones más interesantes de este año, la dedicada a la figura del quinqui, personaje que se convirtió en un auténtico icono en los años 80 a través del cine, la prensa y la música. Como en otras ocasiones, el CCCB revisa nuestra historia reciente sin caer en el cliché y el oficialismo, antes bien, hurgando en aquellos temas que todavía no han sido analizados con la atención merecida. En el caso de los quinquis, la atención está más que justificada debido a la importancia que tuvo dicho tipo de delincuente. Su presencia e influencia, que fue retroalimentada por el cine y la prensa más sensacionalista, produjo un gran malestar en la sociedad española de la época. Su popularidad no admite dudas: entre 1978 y 1985 se produjeron 30 películas en torno al mundo de la delincuencia juvenil, algunas de las cuales se mantienen entre las películas más taquilleras de nuestra historia; los titulares y artículos de la época fueron incontables; la música dio cuenta de un nuevo y exitoso estilo al que sirvieron grupos como Los Chichos, Los Chunguitos, Los Golfos o Las Grecas; el cómic ayudó a establecer la representación visual de la figura del quinqui e incluso la lengua se enriqueció con el acuñamiento de no pocas palabras, tales como apalancarse, bujarra, pluma, trullo, canuto, cepillarse, colega, chapero, comerse un marrón, estar en la onda, estar puesto, mono, pasota, rollo, talego o yonqui. La lista completa, todo un maravilloso diccionario quinqui, es uno de los platos fuertes de la exposición.



Quinquis de los 80”, comisariada por Amanda Cuesta y Mery Cuesta, es un extraordinario recorrido por la llamada picaresca negra de la transición (en magníficas palabras de Eloy Fernández Porta). Partiendo de las películas más famosas del subgénero, de títulos como “Colegas”, “El pico 1 y 2”, “Perros callejeros” o “Deprisa, deprisa” que están acompañados de un atractivo plantel de carteles, fotografías y pressbooks, la exposición ataca el fenómeno quinqui desde todas sus dimensiones sociales. Especialmente relevante es el análisis del entorno urbano, el florecimiento de un urbanismo marginal que hizo de barrios como La Mina en Barcelona, San Blas en Madrid u Otxarkoaga en Bilbao el fértil semillero de los futuros quinquis. Barrios sin servicios, desarraigados y en los que el paro y la droga se cebarían malditamente. Pero la sección más celebrada quizá sea la que analiza las nuevas formas de ocio que vio nacer la cultura quinqui: la recreación de una sala de recreativos donde truena la música de un jukebox con casetes de gasolinera es todo un momento estelar.


Quinquis de los 80” es una exposición que se recordará por la pertinencia de sus planteamientos, por la originalidad de su tema, por la brillantez de su puesta en escena y por la influencia que arrastrará consigo. El catálogo es una joya, vistosa y obligada.



Otra muestra de cultura alternativa

analizada con perspectiva

por

Lord Velasco

(quinqui en los 80, aristocrata en los 90)

miércoles

El Rincón del Cinéfilo Caliente

Terminator Salvation (McG, 2009)


Después de que Jonathan Mostow realizase en 2003 la olvidable Terminator 3: La rebelión de las máquinas, que los productores hubieran decidido volver a encomendar la cuarta entrega de la saga a los mismos guionistas de aquella, John Brancato y Michael Ferris, y la dirección a McG, perpetrador de Los ángeles de Charlie, no hacía esperar nada bueno. Tal vez por eso, debido a la falta de expectativas, los fans de la franquicia iniciada por James Cameron en 1984 no saldrán del cine defraudados. Porque aunque el resultado final de este Terminator Salvation está años luz de las dos primeras entregas firmadas por Cameron, es una película de acción bastante decente.


El primer gran punto a su favor es, sin lugar a dudas, la presencia en el reparto de Christian Bale. Un actor capaz con su sola presencia de dotar de entidad un papel tan peliagudo y enclenque como el de John Connor. Difícil, porque en esta ocasión, asistimos por primera vez a la plasmación de un personaje que se nos viene explicando desde aquella primera The Terminator y que, recordemos, han interpretado otros seis actores (1) antes que Bale. En esta, podemos ver por fin a ese John Connor convertido en una especie de líder mesiánico capaz de liderar a la raza humana en su lucha contra las máquinas, guiado por las cintas de casete grabadas por su madre (como lo oyen, unas cintas capaces de superar el paso del tiempo y hasta un holocausto nuclear, nada menos). Además, el papel de Connor debe lidiar con los imperativos argumentales que impone una película de acción, que no puede permitirse bajar el ritmo para entretenerse en las complejidades de un personaje. De ahí la importancia de Bale, capaz de hacer un mimbre con cuatro cañas, o lo que es lo mismo, con cuatro miradas y el tono de voz adecuado, lograr que su personaje se aguante a base de pose. Porque, como ocurría en las anteriores entregas, el verdadero protagonista es, una vez más, el Terminator.


(ESPOILER: si no has visto el trailer de la peli, ni leído nada sobre su argumento, mejor sáltate este párrafo)
Arnold Schwarzenegger inmortalizó el modelo T-800, hecho a su imagen y semejanza, todo fuerza bruta; Robert Patrick tomó el relevo con el mejorado T-1000, capaz de transformarse y adoptar cualquier apariencia; y Kristanna Loken, siguiendo la lógica evolutiva, se transformó en la letal T-X. Esta vez, el modelo se llama Marcus Wright, y como su nombre indica, es un híbrido mitad humano, mitad máquina, al que interpreta de forma eficiente Sam Worthington. Esta evolución del Terminator le sirve de excusa a McG para envolver las dos horas de acción pura y dura con el celofán pseudo trascendental de reflexionar sobre la esencia que nos hace humanos. Algo en lo que, si realmente estás interesado, puedes profundizar a lo largo de las cuatro temporadas de esa maravilla televisiva llamada Battlestar Galactica.


Otra muestra de cine de sillón

comentado con devoción

por

Pussy Deluxe


(1)Christian Bale is one of seven actors to play John Connor. In Terminator 2: Judgment Day (1991), the adult John Connor was played by Michael Edwards, the teenage John Connor was played by Edward Furlong and the infant John Connor (who appeared during Sarah Connor's dream sequence of the nuclear attack) was played by Dalton Abbott. Nick Stahl played the fourth John Connor in Terminator 3: Rise of the Machines (2003). Thomas Dekker currently plays John Connor in the TV series, "Terminator: The Sarah Connor Chronicles" (2008), with John DeVito playing a younger John in a flashback. IMDB

lunes

Pásame el Mando

Series veraniegas: Weeds, 5ª temporada
Un artículo publicado con 11 días de retraso y firmado por nuestra glamurosa pluma Pussy Deluxe

Además del buen tiempo, la playa y la cercanía de las vacaciones, el veranito nos trae el relevo de las series televisivas. Nancy Botwin (Mary-Louise Parker) y los suyos regresan hoy lunes con la 5ª temporada de Weeds (Showtime). El día 14 de junio hace lo propio la 2ª de True Blood (HBO), y en agosto podremos ver la 3ª de Mad Men (AMC). Entre las novedades, The Warehouse 13, que se estrena el próximo 7 de julio en Sci-Fi tiene buena pinta y puede suplir el hueco dejado por Fringe, porque explica las andanzas de tres agentes del gobierno que deben hacerse cargo de un misterioso almacén que guarda todo tipo de objetos sobrenaturales.

Para empezar, os dejo con las divertidas promos de la nueva temporada de la traficante más sexy de la televisión. Os recomiendo especialmente el breve resumen de la historia de la marihuana y la parodia estilo Obama del impagable Kevin Nealon, Yes we cannabis!



A Brief History of Weed



Yes We Cannabis!



Weeds - Season 5 Promo



Weeds Behind the Scenes Season 5

jueves

El Rincón del Cinéfilo Caliente

Lobezno en el cine: X-Men vs X-Men Orígenes
Por El Hombre de las Gafas

Si tuviera que ser mutante, ahora mismo me gustaría ser Lobezno. Tener su prodigiosa capacidad de regeneración para que mi cerebro no hubiese tenido que tardar casi dos semanas en reponerse de los daños sufridos tras el visionado de "X-Men origins: Wolverine" y sus letales garras de adamantium para rebanar el pescuezo y arrancar las vísceras a todo aquel responsable de tan lamentable película. También me gustaría ser Charles Xavier para reventarles la cabeza con mis pensamientos malignos, Magneto para sepultarlos bajo una montaña de escombros metálicos, Tormenta para freírlos a rayos y Madrox porque el mundo necesita infinitas copias de mí mismo para adorarme e idolatrarme.

No era necesario que los responsables del ¿guión? de esta especie de videojuego se leyeran los tropecientosmil comics que desde mediados de los años 70 se han publicado sobre el mutante estrella de la factoría Marvel para explicar el origen de Lobezno. Bastaba con que le hubiesen preguntado a algún fan pues estoy seguro que hasta el teenager más despistado tiene las cosas mucho más claras que ellos. Si me apuran, bastaba con ver las dos primeras películas de la saga X-Men y ser mínimamente coherente con el trabajo de Bryan Singer para entender quién es Lobezno (Logan, Arma X, Parche o como quieran llamarle) y tener la imaginación suficiente para crear un pasado a la altura del personaje. Pero no, David Benioff y Skip Woods, los maleantes encargados de escribir la historia decidieron crear un nuevo pasado para un nuevo personaje que, físico y poderes aparte, nada tiene que ver con el del cómic y mucho menos con el que se había mostrado en las cintas anteriores.

Porque cuando Bryan Singer rediseñó a la Patrulla X para llevarla a la gran pantalla lo hizo basándose en sus experiencias como lector de cómics y no en un cómic determinado. Me explico.

Durante los más de treinta años de existencia de Lobezno muchos han sido los guionistas que han contado sus historias y todos y cada uno de ellos lo han hecho desde un punto de vista distinto, partiendo todos del diseño básico del personaje: un mutante con esqueleto y garras de adamantium, con una capacidad de regeneración tan prodigiosa como profundo el vacío que hay en su mente y que le impide recordar su pasado antes de que le implantasen el indestructible metal. Han habido Lobeznos salvajes, perdidamente enamorados, asesinos, paternales, amistosos, confundidos, con sentido del humor, taciturnos... Pero nunca, nunca ha existido un Lobezno soseras e insípido. Así que a la hora de dar el salto a la gran pantalla había que elegir cual era el Lobezno que iba a protagonizar la cinta. Bryan Singer lo tuvo claro: su Lobezno sería todos y ninguno, es decir el suyo. Un Lobezno agresivo que se ganaba la vida luchando en la jaula de un tugurio en un lugar tan perdido y salvaje como él mismo, un Lobezno capaz de hacerse cargo de una adolescente asustada (Pícara) y encariñarse de ella hasta el punto de dar su vida por salvarla, un Lobezno deseoso de ser correspondido por Jean Grey, desconfiado con las pretensiones de Charles Xavier o decidido cuando tiene que frenar los planes de Magneto y sobre todo sexy, muy sexy (algo nunca visto hasta el momento). En definitiva, un personaje lo suficientemente atractivo, complejo y contradictorio como para hacer de él el eje central de todas las cintas de los X-Men (con permiso de Magneto). Eje central porque Lobezno es el reflejo invertido del resto de los personajes: es autosuficiente porque Pícara es una joven desvalida, es desconfiado ante la confiaza de Charles, es valiente ante la cobardía de Magneto, es inteligente ante la fuerza bruta de Dientes de Sable, es tan macho como femeninas son Jean Grey o Mística, es tan simpático como estirado es Cíclope y tan transparente como reservada es Tormenta. Lobezno es todo lo que es porque el resto de personajes son lo que son y viceversa. Singer aumentaría todas estas cualidades en la segunda película de la saga (tiene que hacerse cargo de tres adolescentes, Mística intenta seducirlo, él seduce a Jean,...) para alejar definitivamente a su Lobezno de cualquier estereotipo de matón testosteronado.

Y pasando por alto la tercera parte de X-Men, en la que el personaje se mantiene prácticamente fiel a lo que venía siendo, llegamos a "X-Men Orígenes: Lobezno". Contar una historia cuyo final es conocido por el público no es nada fácil ya que no puedes jugar con sorpresas finales ni con otros trucos de guión para hacerla más atractiva. Lo único que se puede hacer en estos casos es intentar contarla de la manera más ágil y entretenida posible y, a poder ser, salteada con otras tramas que la hagan más interesante. El problema viene cuando por entretenido se entiende algo vacío de contenido, con mucha pelea insustancial y mucho efecto visual para maquillar la falta de una historia que contar. Porque ¿de qué va realmente esta película, qué nos cuenta?. Las tres películas precedentes partían de una premisa bastante simple que servía como mera excusa para contar el mismo e interesantísimo tema: la lucha de las minorías para encajar en una sociedad que las teme, las discrimina y las odia. "X-Men orígenes: Lobezno" parte de una premisa igualmente simple: a un mutante con garras de hueso y poder para sanar rápidamente le tienen que revestir el esqueleto con adamantium y tiene que perder la memoria. El problema es que esta premisa no sirve para contar nada. Nada porque ningún personaje, incluido el propio Lobezno, interesa lo más mínimo. Stryker nos cuenta que su odio hacia los mutantes es provocado por su propio hijo, que crea alucinaciones en la mente de las personas y que causó el suicido de su madre, pero es que esto ya nos lo había contado en "X-Men 2". El resto de personajes pululan por la cinta con el fin de pelear y morir . De tal manera que la película acaba convirtiéndose en una especie de videojuego sin sustancia y su protagonista en un pelele aburrido que ante su incapacidad de transmitir cualquier tipo de emoción cerebral se pasea medio desnudo durante más de medía cinta con el fin de, por lo menos, hacer reaccionar a la platea de cintura para abajo. El problema viene cuando ni tan siquiera consiguen que mojes mínimamente las bragas o que te empines un segundo, porque ¿qué Lobezno nos está mostrando esta película entonces? La respuesta no puede ser más desalentadora: el que nunca ha existido, el que nadie antes había querido y en el que nadie jamás había pensado: el soseras, el insípido, el insustancial... Sólo espero, para acabar con el tema, que en las próximas películas sobre el personaje, que en vista de la taquilla seguro que se hacen, los responsables de la misma vuelvan a la senda marcada por Singer.

miércoles

El Micrófono Caliente de Lord Velasco

The Bachelor, Patrick Wolf (2009)

Mucho ha dado que roer el nuevo trabajo de Patrick Wolf desde que se empezaron a filtrar algunas de sus características compositivas y financieras: que si era el resultado de una aguda crisis personal por la que Wolf había atravesado en medio de la gira de “The magic position”, crisis por la que rompió con su novia y se echó un nuevo novio y crisis por las que vivió una serie de experiencias al límite (¿al límite de qué?) que después se reflejarían en el single “Vulture”; que si “The Bachelor” iba a ser financiado por las aportaciones de los fans fijadas en 10 libras y por las que percibirían una parte de los beneficios de las ventas (¿digitales?); que si iba a ser un doble CD con dos partes muy contrastadas… Al final, el anunciado doble CD se ha visto dividido en dos: en el actual, “The Bachelor”, que hasta hace poco se iba a llamar “Battle”, y en la próxima publicación de su continuación, “The conqueror”, prevista para el año que viene. Se quiera como se quiera el resultado está lejos de ser lo oscuro que se intuía. El resultado es luminoso y hace pensar en “The Bachelor” como un trabajo de resurrección (personal) más que en una obra de destrucción desoladora.

La polémica rodea al disco. Hay quienes lo han oído como la peor obra de Patrick Wolf y hay quienes lo aplauden con entusiasmo. En mi opinión, se trata de un disco continuista que peca de irregular. No hay un solo hallazgo sonoro en “The Bachelor” que no estuviera ya en sus tres discos precedentes pero eso es tan cierto como decir que temas como “Hard Times” y “Oblivion” son magistrales. El mismo “Vulture”, tan discutido, tan denigrado y tan verdipuesto, es un corte de lo más interesante. Como siempre tratándose de Wolf no faltan líneas melódicas arrolladoras así como experimentalismo sonoro unido a cuerdas vertiginosas. Se dirá que canciones como “The Bachelor”, “Damaris”, “Thickets” o “Blackdown” son un auténtico lastre de cara a la redondez del conjunto. Pues sí. Pero de la misma manera que el público no necesita esos temas no es menos cierto que Patrick Wolf sí los ha necesitado.

Os dejo con el vídeo de “Hard Times”. En sus imágenes asoma la sombra alargada de David Bowie…



Otro cantante raruro

flipado como ninguno

elogiado por

Lord Velasco

(anómalo y melómalo)

martes

Vida y Milagros de Lord Velasco

Salón del Cómic 2009


Se acabó. Me refiero al Salón del Cómic 2009 cuyas puertas cerraron ayer en el recinto ferial de Montjuic después de haber congregado a más de cien mil visitantes a lo largo de tres días, días en los que hubo de todo, desde presentaciones de autores (Jim Lee, François Bourgeon, Tome, Mike Mignola, Gipi…) a exposiciones variopintas (otra vez Jim Lee, Batman en Barcelona, Esther y sus mundos…). Yo fui la tarde del lunes temeroso de las aglomeraciones pero me encontré un ambiente respirable muy distinto al que, por lo visto, se vivió en las dos primeras jornadas cuando la gente se volvió loca y agotó los seis mil ejemplares del nuevo Batman en apenas unas pocas horas. A falta de conocer las ventas que se produjeron (porque el Salón del Cómic, al fin y al cabo, es eso: una feria comercial) puede decirse que la crisis sólo se ha notado esta vez en la escasez de disfrazados: junto a los aburridos de siempre que se empeñan en seguir luciendo como soldados imperiales de “Star Wars” (¿por qué no como ewoks? ¡sería más divertido!) se pudieron ver travestis mangas, un Robin enlicrado hasta los huesos y un par de entrañables Hulkas. En este aspecto el Salón del Manga suele ser más animado.
El Salón de este año tuvo como país invitado a un grande entre los grandes, Bélgica, sin que por desgracia se notara su presencia en los stands que, en su mayoría, estaban copados por los superhéroes americanos y las viñetas mangas. El cómic europeo tuvo una presencia discreta aunque estuviera representado por magníficas editoriales como las españolas Astiberri, la Cúpula y la muy radical Sin Sentido (en cuyo catálogo figura una Juana de Arco en colores acid que me pienso regalar). Más allá de las obras descatalogadas y de la vertiente comercial de la muestra (en el buen sentido: en la posibilidad de contactos entre la gente comiquera), no hay nada en el Salón del Cómic que no se encuentre en las tiendas de Barcelona, en tiendas como Norma, Freaks, Arkham, Universal, Newton o Continuará.
Precisamente fue Continuará la tienda destacada este año en los premios del Salón. Del resto de los premios concedidos triunfaron “Las serpientes ciegas” (BD Banda: mejor guión y mejor obra del 2008) y “La revolución de los pinceles” (Dolmen: mejor dibujo y mejor autor revelación). Otros premios fueron para “La educación de Hopey Glass” (La Cúpula: mejor obra extranjera), Rantifus (mejor fanzine) y Amaníaco (mejor revista). Aunque solo fuera por la cerveza fresquita y por la posibilidad de chismorrear con los amigos rodeados de tanto dibujo y papel, la visita al Salón estaría justificada. Aunque insisto: nada que no se pueda hacer, y sin necesidad de pagar una entrada, durante todo el resto del año.
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Otro gran acontecimiento
para morir de agotamiento
vivido por

Lord Velasco

(estrella de salón)

sábado

Pásame el Mando

Heroes, 4ª temporada Después de terminar de forma sonrojante una esperanzadora primera temporada; de perpetrar una infumable segunda, cuyo rastro han tratado de borrar por todos los medios; y de marear de lo lindo al inasequible al desaliento personal que aún conservaban en la tercera; parece que el anuncio de la NBC de limitar la serie a cinco temporadas ha servido para aclarar las ideas a sus guionistas.
La cuarta entrega de Heroes, titulada Fugitives, ha contado con la inestimable presencia de Zeljko Ivanek (Damages, True Blood, The Mentalist, Lost, 24) que, formando tándem con un recuperado Sylar, ha comandado la implacable caza de los especiales, imprimiendo un ritmo trepidante a la serie. En esta ocasión, los guionistas han apostado más por la acción pura y dura y han dejado en un segundo plano las metafísicas pajas mentales. El resultado ha sido bastante más entretenido que la 2ª y 3ª temporadas, y el capítulo final abre una interesante vía argumental de cara a la 5ª, que llevará por nombre Redemption.




Otra serie brillante pero liosa

sobre gente superpoderosa

presentada por

Pussy Deluxe

(mutante al margen de la ley)

viernes

Pásame el Mando

Series: True Blood ( 2ª temporada)

¿Desolado por el final de temporada de tus series favoritas? Don’t worry, la HBO viene al rescate con la segunda temporada de True Blood. Sangre, sudor y sexo de la mano de Alan Ball que harán que este verano sea hot, hot, hot. Afila tus colmillos, Sookie & Co regresan el 14 de junio. Para ir haciendo boca te ofrecemos las dos primeras promos y el primer sneak peak. ¡A disfrutar!








martes

Pásame el Mando

Damages, 2ª temporada
Con la llegada del calorcito, algunas de nuestras series preferidas han llegado a su final de temporada. Algunas renqueantes, otras con altibajos y una pletórica, pero todas han contado con un capítulo final lo suficientemente eficaz como para que nos mantengamos atentos a sus siguientes temporadas.
Fue la primera en acabar, ya hace algún tiempo. La gloriosa primera temporada puso un listón que esta segunda tanda no ha podido superar, pero pese a ello, la excelente interpretación de Glenn Close hace que merezca la pena no perderse ni un solo episodio. En esta ocasión, la implacable Patty Hewes pone en su punto de mira a una poderosa empresa energética capaz de envenenar a gente con tal de aumentar su capital. Su cabeza visible es Walter Kendrick (interpretado por John Doman, un viejo conocido de The Wire), que cuenta con la colaboración de un poderoso aliado, un broker llamado Dave (Clarke Peters, otro ex The Wire), y de una eficiente y leal abogada a la que da vida Marcia Gay Harden. Se suma a la fiesta (interpretativa) William Hurt, en la piel de un científico que posee las pruebas para hundir la empresa Kendrick, además de estar relacionado con el pasado de Hewes.

Pero lo que a los fans de la serie nos interesaba, sobre todo, era ver si a la otrora inocente Ellen Parsons (Rose Byrne) era capaz de conseguir la combinación exacta de odio y sangre fría suficientes para llevar a cabo su venganza contra Patty Hewes. En el balance final de la temporada podemos decir que la cosa ha ido de menos a más, ganando intensidad según se acercaba el desenlace y la trama se centraba en la lucha sin cuartel de ambas protagonistas. El sorprendente final, con retruécano argumental incluido, deja bastante claro hacia dónde evolucionará la relación entre ambas mujeres, y sólo cabe esperar que el talento y la mala leche de Patty sigan brillando en la tercera temporada.

Otra interesante serie de lagartas
protagonizada, perdón, comentada por

Pussy Deluxe

(bicho malo siempre vuelve)

sábado

Clásicos de Hoy y de Siempre

Centauros del desierto, John Ford (1956) Si hay una puerta célebre en la historia del cine, es la que abre Centauros del desierto (The Searchers, 1956), del maestro John Ford. Mientras aparecen los títulos de crédito, impresos sobre un muro de ladrillo, se escucha en off la canción de Stan Jones, The Searchers, cuyos versos comienzan a dar pistas sobre el contenido de la película. “What makes a man to wander? What makes a man to roam? What makes a man leave bed and board? And turn his back on home? Ride away... ride away... ride away...”[1]. Sobre un fondo negro aparece el rótulo Texas 1868. Desde la oscuridad siguiente, que se corresponde con el interior del rancho Edwards, una mujer abre la puerta desde dentro y la luz que penetra en la pantalla deja ver un territorio inhóspito. La mujer, Martha Edwards (Dorothy Jordan), en un hermoso contraluz del atardecer, ve acercarse a un solitario jinete, que no es otro que su cuñado Ethan (John Wayne), que vuelve tras varios años de lucha, en la guerra de Secesión primero, y en las guerras contra los indios después.
Así se inicia la película, y el hermoso recurso de la puerta se transforma en metáfora cuando el film se cierra, de manera simétrica, con otra puerta, reforzando el sentido circular de la trama. Sentado en la mecedora, Mose Harper (Hank Worden) contempla desde el porche de los Jorgensen, la llegada Ethan, Martin (Jeffrey Hunter) y Debbie (Natalie Wood). Ethan entrega a su sobrina, rescatada de los indios, a los Jorgensen. De nuevo, como al inicio, la perspectiva se sitúa en el interior de la vivienda y vuelve a sonar el tema The Searchers. La alegría del resto de los personajes por el reencuentro y el feliz desenlace contrasta con el sombrío semblante de Ethan. Los personajes, reencuadrados por el marco de la puerta, van entrando poco a poco al interior del hogar. Afuera queda Ethan, siguiéndoles con la mirada. Lentamente posa su mano izquierda en el brazo derecho[2]. Al cabo de unos instantes da media vuelta y comienza a caminar en dirección contraria a la casa acompañado de unos versos diferentes de la canción inicial: “A man will search his heart and soul, go searching way out there. His peace of mind he knows he’ll find but where, O Lord. O where? Ride away... ride away... ride away”[3]. La puerta de los Jorgensen se cierra y la pantalla vuelve a quedarse sumergida en la oscuridad. Entre estas dos puertas transcurre la gran búsqueda a la que hace referencia el título original de la película. Una búsqueda material centrada en el rescate de dos mujeres raptadas por los indios comanches y otra espiritual, la del lugar de cada uno en el contexto que le ha tocado vivir. También es el epílogo de una forma de vida que Ford admiraba profundamente y que estaba a punto de extinguirse. No hay lugar para el hombre del Oeste, el cowboy, dentro de la sociedad. Este es, por definición, un outsider y su destino es seguir cabalgando en solitario hacia el horizonte. Condenado a vagar eternamente, sin redención posible, siguiendo la senda de la espectral figura de Shane (Raíces profundas, George Stevens, 1953).
Hay imágenes de tal fuerza evocadora que mientras las (ad)miras cambia la atmósfera que te rodea, el mundo tal y como lo conocemos desaparece y los sentidos se embriagan ante la maravilla que nos es mostrada. Como si percibiéramos que estamos ante un momento único. Me ocurre ante la resurrección de Inger cada vez que veo Ordet (Carl Theodor Dreyer, 1955), y también cada vez que se abre la puerta del rancho de los Edwards. No importa cuantas veces se haya visto la película, cada vez que se abre esa puerta, se obra la maravilla y le siguen 116 minutos de gozo permanente. Hasta que se cierra la puerta del rancho Jorgensen y la oscuridad deja paso a la realidad. Dice Manuel Rivas que “si asociamos la puerta con el ojo humano, este filme, medido en intensidad, equivale a un parpadeo decisivo. Esas puertas dan paso a otra forma de ver. Es, desde luego, una vuelta de tuerca para el western, pero que trascience el género porque su revolución óptica no atañe sólo a aspectos formales sino también a una cuestión medular: el enfoque de un héroe y la visión del otro, del “enemigo”. Y así, ocurre con Centauros del desierto lo que con esos parpadeos en la historia de la mirada humana que convenimos en denominar clásicos. Que son de largo efecto. Que contienen tanta belleza como perturbación”[4].

[1] “¿Qué impulsa a un hombre a ir errante? ¿Qué impulsa a un hombre a viajar sin rumbo? ¿Qué impulsa a un hombre a abandonar lecho y mesa y dar la espalda al hogar? Cabalga sin destino... cabalga sin destino... cabalga sin destino...” En Coma, Javier. Centauros del desierto/Cantando bajo la lluvia. Libros Dirigido, Barcelona, 1994.
[2] En homenaje al fallecido actor Harry Carey, cuya esposa e hijo participaban en el film. Harry Carey fue un actor muy popular durante la primera época del cine y protagonizó decenas de westerns a las órdenes de John Ford durante la etapa silente. Uno de sus gestos característicos consistía en cogerse el brazo derecho con la mano izquierda de la forma que imita John Wayne en la película.
[3] “Un hombre explorará su corazón y su espíritu, buscará una salida en el camino. Sabe que hallará su paz interior, pero ¿dónde, Señor, dónde? Cabalga sin destino... cabalga sin destino... cabalga sin destino.” Ídem.
[4] Rivas, Manuel. El Ulises del Oeste. Diario El País, Madrid, 2005

Otra gran película clásica,
elástica y plástica
presentada por

Pussy Deluxe

(plástica, elástica y de chachara)

jueves

Biblioteca Básica de Literatura Clásica

Los ojos verdes ( Marguerite Duras, 1980)

No entiendo cómo los críticos, que siempre han sido tan atentos a canonizar, a historiar y a pergeñar listas, todavía no se han tomado en serio a ellos mismos para elaborar un listado con los textos más iluminadores, influyentes o simplemente entretenidos de la historia de la crítica de cine. Podría tratarse de libros, revistas, artículos, entrevistas, conferencias. Se sabría cuáles han sido las mayores aportaciones e influencias que han tenido. Porque, ¿de qué ha servido un siglo de reflexión sobre el cine? ¿Hemos aprendido algo? ¿Qué se recordará en el futuro? Espero que un libro así, si se llega a escribir algún día, vaya más allá de Truffaut. Es decir, más allá del libro “El cine según Hitchcock” y del artículo “Una cierta tendencia del cine francés”. Porque lo contrario sería aburrir a las cabras.
El problema no es que se haya escrito mogollón sobre cine. El problema es que se ha escrito un montón sobre los mismos temas y, para más inri, de la misma y pavisosa manera. Hay tan poca originalidad en la mayoría de las libros publicados y hay tal saturación de clichés y de asquerosa abulia en la escritura, que le entran a uno ganas de maldecirlos. Abunda la bisutería cuando no la perfecta chatarra. De ahí que joyas como “Los ojos verdes” merezcan ser reconocidas.
"Los ojos verdes" es una compilación de textos de Marguerite Duras. Fue publicada por la revista Cahiers en junio de 1980. Serge Daney colaboró en la compaginación y el resultado, extraordinario, es una muestra del pensamiento fértil de Duras. Se trata de un texto firme y sugestivo que está atravesado por la prosa habitual de la autora de "Hiroshima, mon amour". "Los ojos verdes" es una sentida reflexión sobre el cine que está hecho y sobre aquel que está por hacer. Sus páginas son el reflejo de las películas que hizo Marguerite Duras y de las películas que hicieron los otros. Sus líneas son de dolor y de vida y versan sobre la literatura y el cine. Nada más lejos del verbo atento y de la mirada insobornable y por momentos chinchona de "Los ojos verdes" que esos libros-hojarasca que parecen haber sido escritos desde la imaginación más agarrada y la ignorancia más feliz.



Otra mirada insobornable
sobre un texto imprescindible
a cargo de


Lord Velasco

(verborrea irrefrenable)

lunes

El Rincón del Cinéfilo Caliente

Star Trek (J.J. Abrams, 2009)

Lo reconozco: jamás me ha interesado lo más mínimo el universo Star Trek. Por eso, el enésimo intento de resucitar la franquicia creada en 1966 por Gene Roddenberry me hubiera pasado desapercibido de no ser por la presencia de J.J. Abrams, el creador de Lost. Al interés suscitado por lo que podría aportar el genio de Abrams, se unió el morbo de descubrir cómo se las arreglaría un fan de Star Wars para resucitar las andanzas de la Enterprise sin morir en el intento (a manos de los trekkies) tras confesar que nunca le gustó la serie.

Así que para mí, desde la ignorancia trekkiana, la experiencia ha sido positiva. Si de lo que se trataba era de insuflar vigor en la longeva saga, no queda duda de que Abrams ha sabido hacerlo. Esta nueva Star Trek, inteligentemente planteada como precuela, sirve de puerta de entrada a toda una nueva ola de espectadores que desconocen los avatares del capitán Kirk y su tripulación, bien por falta de sintonía o simplemente porque no habían nacido cuando empezaron. Pero además, le otorga suficiente libertad a Abrams para moverse a sus anchas y crear un origen trekkie en cuyo ADN se ha filtrado la filosofía del tándem Lucas-Campbell, responsables de un patrón que ha marcado el camino de buena parte de los héroes cinematográficos de los últimos 30 años (es imposible no sonreír ante las semejanzas de la ceremonia final que corona esta gesta con aquella que clausuraba La guerra de las galaxias). Pero Abrams y los guionistas Roberto Orci y Alex Kurtzman (trío creador de Fringe) no sólo han pensado en los neófitos, para deleite de los trekkies más veteranos han rescatado de su retiro al entrañable Spock original (Leonard Nimoy) para convertirlo en el cordón umbilical que une a esta nueva criatura con sus orígenes.

El resultado es una cinta con brío, que no decae a lo largo de sus dos horas de metraje y que combina una trama sencilla pero ingeniosa con unas escenas de acción sobrias y bien planteadas. Una aventura que, sin ser espectacular, te deja con ganas de ver la siguiente aventura de esta nueva tripulación de la U.S.S. Enterprise.

Otra película trekkie

para gente friky

degustada por

Pussy Deluxe

(absolutamente intergaláctica)