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El año que vivimos peligrosamente, Peter Weir, 1982

Las películas de Lord Velasco: El año que vivimos peligrosamente
Jill Bryant, agente del servicio de inteligencia británico, recibe un mensaje en clave en su oficina de Yakarta en el que se informa de la llegada inminente de un barco con munición para el partido comunista de Indonesia. El golpe contra el presidente Sukarno es inevitable, al igual que la guerra civil. Jill se gira sorprendida con una mirada de horror y apretando los labios. Fuera, la lluvia cae torrencial, lluvia que abrazará el paseo impotente de la espía camino del despacho del periodista australiano Guy Hamilton. Éste la recibe con un cálido beso que la mujer transforma en un beso voraz, en un abrazo de hierro. Guy responde a la impetuosa pasión de la mujer sin saber lo que está ocurriendo y tan sólo después de haberse acostado con ella conocerá la verdad. Es admirable la forma en que Weir anuda el conflicto exterior, el de la situación política de Yakarta durante los tumultuosos años 60, con la tormenta interior de sus personajes, siguiendo una tradición que el mismo Shakespeare había despachado con sencillez al inicio de “Troilo y Crésida” (“¿Por qué pelear fuera de los muros de Troya si aquí dentro sufro una batalla cruel?”).
Los años 80 vieron el desembarco de una serie de films que llegaron a constituir un pequeño subgénero, el de las aventuras de los periodistas en guerra. Varias de esas películas tuvieron un gran interés pero hubo dos títulos que brillaron con fuerza, la extraordinaria “Bajo el fuego” (Roger Spottiswoode, 1984) y la pieza que aquí nos ocupa, una magistral clausura de la mejor etapa de su director, la correspondiente a sus films australianos. “El año que vivimos peligrosamente” recuerda, por su inolvidable atmósfera, por la sensualidad de sus formas y por su antológico guión, que fue coescrito por Weir, David Williamson y C. J. Koch a partir de una novela del tercero y que es una mezcla asombrosa de precisión y sugerencia que parece seguir los principios del wayang, forma del teatro indonesio al que se cita explícitamente a lo largo de la película, a las anteriores obras maestras del director y, muy especialmente, a la memorable “Picnic en Hanging Rock”. Las une un tono irresistible que, lamentablemente, la filmografía posterior de Weir ha visto palidecer.
El año que vivimos peligrosamente”, con su título evocador e inolvidable, no sólo se benefició del talento de su director. También Russell Boyd en la fotografía, Maurice Jarre en la música y Mel Gibson y Sigourney Weaver a la cabeza del reparto dieron lo mejor de sí mismos en este film irrepetible que se vio enriquecido por la interpretación antológica de Linda Hunt, materialización definitiva de uno de los personajes más complejos que ha dado el cine: el del sobrecogedor Billy Kwan.

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