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La inglesa y el duque, Eric Rohmer (2001)

Las péliculas de Lord Velasco: La inglesa y el duque, Eric Rohmer (2001)




Como quien no quiere la cosa la década está tocando a su fin pero antes de que llegue el próximo enero y nos empiecen a dar la murga con previsibles listas de “Lo mejor de…” nos vamos a adelantar un poco y vamos a ventilar el tema por medio de esta sección. Poco a poco, y a golpe de recuerdo feliz, haremos un recuento desordenado de las cosas que nos chiflaron. De películas como “La inglesa y el duque”, por ejemplo.

Tengo que reconocer que nunca vuelvo a ver las películas de Eric Rohmer. Sólo las disfruto una vez. Me pasa tanto con los “Cuentos morales” como con las “Comedias y proverbios” y los “Cuentos de las cuatro estaciones”. Pero hay un puñado de títulos que sí visitaría de nuevo y que no pertenecen, curiosamente, a sus ciclos más famosos. Hablo de películas como “La marquesa de O” (1976), “Perceval el galo” (1979) o “El romance de Astrea y Celadón” (2007), películas que suponen una ruptura con el estilo más conocido de Rohmer en al menos dos aspectos: parten de obras literarias para mirar al pasado, sea histórico o mitológico, de una manera imprevista. Como en todo, hay excepciones: “Triple agente” (2004) cuenta una historia original ambientada en los años 30 y “Cuatro aventuras de Reinette y Mirabelle” (1987), “El árbol, el alcalde y la mediateca” (1993) y “Les rendez vous de Paris” (1995) son películas de Rohmer que, ambientadas en la actualidad, no forman parte de ningún ciclo. En cualquier caso: ese otro ciclo sin nombre que Rohmer labró con el tiempo al margen de sus películas más programáticas me parece el menos rígido y el más sugestivo de todos.

La inglesa y el duque” es una adaptación de las memorias de la aristócrata escocesa Grace Elliott que fueron publicadas póstumamente en 1859 con el título “Ma vie sous la révolution”. Se centran en la relación que mantuvo con el duque de Orleans durante los tiempos convulsos de la revolución. Como en “Perceval el galo”, Rohmer somete el material literario a un tratamiento visual insólito: si en su versión de Chrétien de Troyes se había basado en las perspectivas sin fondo de los retablos medievales, “La inglesa y el duque” recrea la revolución francesa a partir de pinturas de la época. Es admirable el sentido del riesgo de su director quien, a sus 81 años, se sirvió de la tecnología digital para este fascinante viaje al pasado en el que, salvo en unos pocos interiores, los personajes se mueven y hablan entre las entrañas de los cuadros. El resultado, pimpante, es algo así como un colirio contra los clichés de la ambientación histórica.
Por su retrato feroz de la revolución, “La inglesa y el duque” levantó una polvareda en Francia que le hizo ser rechazada en el Festival de Cannes. Fue repescada a lo grande en el Festival de Venecia, donde aprovecharon para premiar a Rohmer por toda su trayectoria. En Castelldefels la pudimos ver en el Cine Plaza, cosa que todavía no me explico.

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