jueves

El Rincón del Cinéfilo Caliente

Lobezno en el cine: X-Men vs X-Men Orígenes
Por El Hombre de las Gafas

Si tuviera que ser mutante, ahora mismo me gustaría ser Lobezno. Tener su prodigiosa capacidad de regeneración para que mi cerebro no hubiese tenido que tardar casi dos semanas en reponerse de los daños sufridos tras el visionado de "X-Men origins: Wolverine" y sus letales garras de adamantium para rebanar el pescuezo y arrancar las vísceras a todo aquel responsable de tan lamentable película. También me gustaría ser Charles Xavier para reventarles la cabeza con mis pensamientos malignos, Magneto para sepultarlos bajo una montaña de escombros metálicos, Tormenta para freírlos a rayos y Madrox porque el mundo necesita infinitas copias de mí mismo para adorarme e idolatrarme.

No era necesario que los responsables del ¿guión? de esta especie de videojuego se leyeran los tropecientosmil comics que desde mediados de los años 70 se han publicado sobre el mutante estrella de la factoría Marvel para explicar el origen de Lobezno. Bastaba con que le hubiesen preguntado a algún fan pues estoy seguro que hasta el teenager más despistado tiene las cosas mucho más claras que ellos. Si me apuran, bastaba con ver las dos primeras películas de la saga X-Men y ser mínimamente coherente con el trabajo de Bryan Singer para entender quién es Lobezno (Logan, Arma X, Parche o como quieran llamarle) y tener la imaginación suficiente para crear un pasado a la altura del personaje. Pero no, David Benioff y Skip Woods, los maleantes encargados de escribir la historia decidieron crear un nuevo pasado para un nuevo personaje que, físico y poderes aparte, nada tiene que ver con el del cómic y mucho menos con el que se había mostrado en las cintas anteriores.

Porque cuando Bryan Singer rediseñó a la Patrulla X para llevarla a la gran pantalla lo hizo basándose en sus experiencias como lector de cómics y no en un cómic determinado. Me explico.

Durante los más de treinta años de existencia de Lobezno muchos han sido los guionistas que han contado sus historias y todos y cada uno de ellos lo han hecho desde un punto de vista distinto, partiendo todos del diseño básico del personaje: un mutante con esqueleto y garras de adamantium, con una capacidad de regeneración tan prodigiosa como profundo el vacío que hay en su mente y que le impide recordar su pasado antes de que le implantasen el indestructible metal. Han habido Lobeznos salvajes, perdidamente enamorados, asesinos, paternales, amistosos, confundidos, con sentido del humor, taciturnos... Pero nunca, nunca ha existido un Lobezno soseras e insípido. Así que a la hora de dar el salto a la gran pantalla había que elegir cual era el Lobezno que iba a protagonizar la cinta. Bryan Singer lo tuvo claro: su Lobezno sería todos y ninguno, es decir el suyo. Un Lobezno agresivo que se ganaba la vida luchando en la jaula de un tugurio en un lugar tan perdido y salvaje como él mismo, un Lobezno capaz de hacerse cargo de una adolescente asustada (Pícara) y encariñarse de ella hasta el punto de dar su vida por salvarla, un Lobezno deseoso de ser correspondido por Jean Grey, desconfiado con las pretensiones de Charles Xavier o decidido cuando tiene que frenar los planes de Magneto y sobre todo sexy, muy sexy (algo nunca visto hasta el momento). En definitiva, un personaje lo suficientemente atractivo, complejo y contradictorio como para hacer de él el eje central de todas las cintas de los X-Men (con permiso de Magneto). Eje central porque Lobezno es el reflejo invertido del resto de los personajes: es autosuficiente porque Pícara es una joven desvalida, es desconfiado ante la confiaza de Charles, es valiente ante la cobardía de Magneto, es inteligente ante la fuerza bruta de Dientes de Sable, es tan macho como femeninas son Jean Grey o Mística, es tan simpático como estirado es Cíclope y tan transparente como reservada es Tormenta. Lobezno es todo lo que es porque el resto de personajes son lo que son y viceversa. Singer aumentaría todas estas cualidades en la segunda película de la saga (tiene que hacerse cargo de tres adolescentes, Mística intenta seducirlo, él seduce a Jean,...) para alejar definitivamente a su Lobezno de cualquier estereotipo de matón testosteronado.

Y pasando por alto la tercera parte de X-Men, en la que el personaje se mantiene prácticamente fiel a lo que venía siendo, llegamos a "X-Men Orígenes: Lobezno". Contar una historia cuyo final es conocido por el público no es nada fácil ya que no puedes jugar con sorpresas finales ni con otros trucos de guión para hacerla más atractiva. Lo único que se puede hacer en estos casos es intentar contarla de la manera más ágil y entretenida posible y, a poder ser, salteada con otras tramas que la hagan más interesante. El problema viene cuando por entretenido se entiende algo vacío de contenido, con mucha pelea insustancial y mucho efecto visual para maquillar la falta de una historia que contar. Porque ¿de qué va realmente esta película, qué nos cuenta?. Las tres películas precedentes partían de una premisa bastante simple que servía como mera excusa para contar el mismo e interesantísimo tema: la lucha de las minorías para encajar en una sociedad que las teme, las discrimina y las odia. "X-Men orígenes: Lobezno" parte de una premisa igualmente simple: a un mutante con garras de hueso y poder para sanar rápidamente le tienen que revestir el esqueleto con adamantium y tiene que perder la memoria. El problema es que esta premisa no sirve para contar nada. Nada porque ningún personaje, incluido el propio Lobezno, interesa lo más mínimo. Stryker nos cuenta que su odio hacia los mutantes es provocado por su propio hijo, que crea alucinaciones en la mente de las personas y que causó el suicido de su madre, pero es que esto ya nos lo había contado en "X-Men 2". El resto de personajes pululan por la cinta con el fin de pelear y morir . De tal manera que la película acaba convirtiéndose en una especie de videojuego sin sustancia y su protagonista en un pelele aburrido que ante su incapacidad de transmitir cualquier tipo de emoción cerebral se pasea medio desnudo durante más de medía cinta con el fin de, por lo menos, hacer reaccionar a la platea de cintura para abajo. El problema viene cuando ni tan siquiera consiguen que mojes mínimamente las bragas o que te empines un segundo, porque ¿qué Lobezno nos está mostrando esta película entonces? La respuesta no puede ser más desalentadora: el que nunca ha existido, el que nadie antes había querido y en el que nadie jamás había pensado: el soseras, el insípido, el insustancial... Sólo espero, para acabar con el tema, que en las próximas películas sobre el personaje, que en vista de la taquilla seguro que se hacen, los responsables de la misma vuelvan a la senda marcada por Singer.

1 comentario:

Pussy dijo...

¡Qué verbo, querido! Tu cerebro sí que es de adamantium