miércoles

Biblioteca Básica de Literatura Clásica

“Ardores de agosto”, de Andrea Camilleri (Editorial Salamandra).

“Un hombre que en los tiempos que corren vive en un país civilizado como el nuestro (es un decir), si oye en pleno sueño unos cañonazos, está claro que los confunde con los truenos de un temporal, las tracas de las fiestas del santo patrón o el desplazamiento de unos muebles por parte de esos cabrones del piso de arriba, y sigue durmiendo como si tal cosa. En cambio, el sonido del teléfono, la melodía del móvil, el timbre de la puerta, eso no, ésos son ruidos de llamadas ante las cuales el hombre civilizado (es un decir) no tiene más remedio que emerger de las profundidades del sueño y contestar.”

Así comienza “Ardores de agosto”, de Andrea Camilleri, la decimocuarta entrega que el escritor siciliano (Porto Empedocle, 1925) ha dedicado a su comisario Montalbano. Una novela brillante, como sus predecesoras, no apta para aquellos que no se dignan a leer novelas policíacas por considerarlas un mero pasatiempo repleto de enigmas.


En “Ardores de agosto” Salvo Montalbano deberá resolver un crimen cometido seis años atrás. Un caso complicado que no sólo arruinará las vacaciones de Salvo con su amada Livia, sino que asestará tal golpe a su autoestima que hará que el otrora seguro y socarrón comisario se sienta más viejo y más vulnerable que nunca. A su alrededor, los secundarios habituales: el cumplidor Fazio, el desastroso Catarella, el gruñón doctor Pasquano, la hacendosa Adelí, el lujurioso juez Tommaseo… siempre dando el contrapunto cómico a las sórdidas investigaciones de Montalbano.

Y como siempre, tras leer la novela en un suspiro y haber gozado con cada una de sus 251 páginas, te das cuenta de que una vez más Camilleri ha obrado el prodigio de hacernos reflexionar sin apenas darnos cuenta de asuntos tan serios como las evidentes relaciones entre el mundo de los negocios, la política y la mafia; de la deplorable situación de la justicia en nuestra sociedad; del tan habitual como imparable fraude inmobiliario; de la corrupción y la doble moral en la que vivimos inmersos; de nuestra falta total y absoluta de respeto al medio ambiente; de lo difícil que es ser honesto y actuar de forma consecuente; e incluso de lo complicado que resulta aceptar que te estás haciendo viejo. Todo ello sin el menor atisbo de pedantería, de la forma más natural.


Escribió Manuel Vázquez Montalbán (en cuyo honor bautizó Camilleri a su comisario), que el estilo de este siciliano “está cargado de cultura e Historia, pero también de paciencia cultural e histórica, paciencia de isleño al que siempre le cuesta más que a cualquier peninsular llegar al centro del universo.” Y tal vez por eso, su lectura resulta tan relajada. Aunque me da que también tiene mucho que ver el hecho de que Camilleri alcanzase la fama como novelista cumplidos los setenta años, y a esa edad, según me confesó una vez José Luis de Vilallonga, uno escribe sólo para sí mismo porque ha dejado de importarle impresionar a los demás. Por eso es un placer leerle y disfrutar de la experiencia de ese viejo zorro que habita bajo la piel de Montalbano. Porque aunque todo transcurra en la pequeña (e imaginaria) Vigàta, en Sicilia, ya lo decía Sciascia: Sicilia es el mundo.




Otra novela portentosa

presentada por nuestra ardorosa

Pussy Deluxe

(caliente a temperatura ambiente)

3 comentarios:

lord velasco dijo...

Pues ya me la pasarás!. Nunca he leído a Camilleri y me tienta un mogollón.

Rizostxungos dijo...

Joder, la biblioteca está llena de Camilleris, Lord! Una vez de leas uno, no lo podrás dejar. Pussy, el abuelito siciliano debería contratarte para promocionar sus novelas... Grande.

sílvia dijo...

Hola,
leí el post hace unos días, pero hoy aprovecho para recomendar "La muerte de Amalia Sacerdote", de Camilleri. De lectura amena y rápida, rapidíssssssima! Me lo he leído en el tren entre ayer y hoy, en una excursión relámpago a Ribes de Freser y Núria.