lunes

El Rincón del Cinéfilo Caliente

DÉJAME ENTRAR (Tomas Alfredson, 2008)

Sin duda, la mejor película de vampiros que yo haya visto desde que Abel Ferrara pusiera a una doctoranda en Nietzsche a pegar mordiscos por Nueva York. “Déjame entrar” no se acoge ni al canon ni a la fuga sino que mezcla con habilidad los dos: por un lado, respeta el mito del vampirismo transmitido por la literatura y el cine pero lejos de recurrir a la cita o a la enésima revisión de los clásicos propone una renovación del mismo sin caer en la petardez.

Hay vampiros de verano y vampiros de invierno. Los vampiros de verano destacan por su glamour, por la capa carmesí que arrastran, por la forma en que sudan y jadean, por la manera en que enseñan los colmillos y por la satisfacción con que los clavan. Los vampiros de invierno, en cambio, no parecen disfrutar con su condición de criaturas de la noche. Antes bien, parecen resignados a sufrirla. Viven con la muerte de los demás y desde la soledad de sí mismos. Eli, la pequeña vampira de “Déjame entrar” (nada que ver con la creación de Angela Sommer-Bodenburg), es la vampira más glacial que haya pisado nunca una pantalla.

Dirigida por Tomas Alfredson a partir de una novela de John Ajvide Lindqvist, “Déjame entrar” es la película que mejor ha tratado el tema de la soledad del vampiro. Parece ser que ese fue el aspecto que más llamó la atención de Alfredson junto a la descripción del protagonista: introvertido, timorato, acosado por sus compañeros de escuela, hijo de divorciados y vecino de un barrio de Estocolmo sobre el que no deja de caer la nieve y la tristeza, Oskar es un adolescente que se siente atraído por su enigmática vecina. Son dos seres que se reconocen en su hiriente soledad. Alfredson transmite admirablemente la tristeza que les envuelve.


A veces hace falta una mirada ajena para ver con claridad. A pesar de que, según sus propias palabras, nunca ha mostrado el menor interés por el género fantástico, Tomas Alfredson no se muestra menos habilidoso a la hora de filmar las escenas de terror que a la hora de plasmar con convicción los elementos que más le atrajeron de la novela de Linqvist, desde el tema del acoso escolar a la descripción de un entorno social degradado. Alfredson filma las escenas violentas con una austeridad brutal. Con frecuencia, mantiene la cámara estática y a una larga distancia de los personajes. Y esa larga distancia, junto al inmovilismo del plano, hace que la violencia se convierta en insoportable.



Otra excelente película de vampiros
recomendada por

Lord Velasco

(vampiro de medio pelo)

2 comentarios:

Pussy dijo...

Tienes razón Lord, magnífica peli. La escena final, por ejemplo, con esa elegancia gore, merece estar entre las mejores de la historia del cine de terror. Aunque me parece que "Déjame entrar" bebe más del género fantástico que del de terror.

Lord Velasco dijo...

De esa escena me encantó el detalle del sarcófago-bañera que estaba hasta las trancas de mantas. La escena del asesinato en el puente también me impresionó porque está filmada de una manera que te hace sentir un voyeur impotente.