viernes

Clásicos de Hoy y de Siempre

Nostalgia, Andrei Tarkovsky (1983)

Tarkovsky consideraba “Nostalgia” como la película que mejor le expresaba. Y lo cierto es que el plano final de esta imborrable película aglutina la mayoría de las obsesiones de su cine: un hombre, sentado en la tierra frente a un pequeño charco, mira directamente a la cámara. A su lado hay un perro. La cámara retrocede en un lentísimo travelling que acaba mostrando un paisaje. La tierra es húmeda, umbría. Empieza a llover a raudales. A lo lejos, hay una casa que está rodeada de los restos de piedra de una edificación (¿religiosa?). Es difícil encontrar en la obra de Tarkovsky un plano que recoja al mismo tiempo tal cantidad de leit motivs (el hombre, el perro, la tierra, el agua, la casa, el paisaje, las ruinas) mostrados, además, bajo las credenciales estéticas del autor de “Stalker”: travelling lento, ralentí imperceptible, color desvaído.


Algún significado tiene que haber detrás de tanta insistencia en los mismos motivos pero lejos de imponer una única lectura -la mía- me interesa apuntar que nadie como Tarkovsky ha filmado el agua con tanta fuerza. De todas sus obsesiones me parece la más atractiva. El agua es omnipresente en su cine. Tarkovsky la convierte en testigo y protagonista del mundo. Con preferencia se trata de lluvia y de aguas poco profundas, como charcos, estanques y riachuelos, corrientes que reflejan la mirada del hombre. En su cine, el agua nunca es pura ni aparece sola: no hay lluvia sin hombres a los que bañe, no hay charco sin hombre que en él se adentre y no hay corriente sin vestigio. El agua remite siempre a la conciencia y al recuerdo. Visto así, ¿resulta extraño que Tarkovsky se sintiera atraído por el océano pensante que Stanislaw Lem describió en “Solaris”?.


¿Qué es la nostalgia para un alma rusa?. La respuesta a esa pregunta la dio Tarkovsky, con la ayuda del magnífico guionista Tonino Guerra, en este film hechizador y apasionante. Un poeta, llamado Andréi Gorchákov, viaja junto a su intérprete por la Italia más misteriosa que nunca se ha visto en el cine: una Italia brumosa y grisácea, siempre encapotada por las nubes y la niebla. Andréi y Eugenia se alojan en el hotel de un pequeño pueblo llamado Bagno Vignoni donde conocen a un singular vecino llamado Domenico. Andréi se siente atraído por él y por el extraño proyecto que le propone. Domenico le dice que, para poder salvar al mundo, debe cruzar la piscina que hay junto al hotel llevando una candela en la mano. Después de una serie de angustiosos sueños sobre su pasado en Rusia, Andréi regresa a Roma con la intención de dejar el país pero allí se entera de que Domenico se ha suicidado. Arrepentido, Andréi vuelve a Bagno Vignoni para cumplir el proyecto. Cuando lo logra, muere.


Es difícil transmitir en un puñado de líneas el poder de conmoción y el lirismo que atesora la cámara de Tarkovsky. Su cine duele. Películas como “Andrei Rublev” y “Stalker” acaban dejando herida. Y aunque “Nostalgia” no está a la altura de ellas tiene un puñado de imágenes imperecederas.


Si las películas de Tarkovsky terminan dejando herida es porque ellas también nacieron de una dolorosa herida. Las dos últimas que dirigió, “Nostalgia” y “Sacrificio”, incluyen dos despedidas y dos dedicatorias: la primera fue rodada en Italia durante el exilio que le alejó de Rusia, de una Rusia que se oponía a su manera de entender el cine, y fue dedicada a su madre. Y en “Sacrificio”, rodada en Suecia con el apoyo económico del actor Erland Josephson, Tarkovsky se despedirá de la vida con unas palabras finales a su hijo que aparecen superpuestas a la única forma de agua que su cámara no había filmado todavía: la del infinito mar.


Otra imprescindible película deprimente

para sufrir amargamente

recomendada por

Lord Velasco

(100% nostálgico, cinéfilo y antidiurético)

1 comentario:

Pussy dijo...

Estupenda sugerencia para pasar esta semana santa tan gris, ¡suicidio colectivo en los charcos, sí señor! Sobre todo aquellos que hayan pagado por un hotel/apratamento en la playa.
Me la tendrás que pasar, esta y sacrificio, que no las he visto. Además, seguro que los nazarenos y nuestro sádico indecente agradece lo de las heridas.

Rezos y procesiones mil