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El Rincón del Cinéfilo Caliente

El tren de las 3:10 (James Mangold, 2007) ¿Qué necesidad hay de hacer un remake cuando no se tiene nada esencial que aportar a la versión original? Más aún, ¿qué es lo que anima a un director a enfrentarse a una nueva adaptación cuando el tiempo y la maestría del realizador original han convertido aquella obra en un clásico? ¿Prepotencia o ignorancia? Viendo “El tren de las 3.10” de James Mangold, me atrevo a afirmar que una mezcla de ambas. De nada sirven los mediocres resultados de directores como Gus Van Sant (“Psicosis”), Sydney Pollack (“Sabrina”), Tim Burton (“El planeta de los simios”), Peter Jackson (“King Kong”) y Andrew Davis (“Crimen Perfecto”), entre otros muchos. El Hollywood de hoy en día sigue empeñado en fagocitar el talento foráneo (de ahí tanto remake de éxitos asiáticos y algún que otro europeo) y en no respetar ni siquiera su patrimonio histórico. Y es que aunque las dos versiones de “El tren de las 3.10” estén basadas en la misma historia de Elmore Leonard, la distancia que separa la obra de Delmer Daves (de 1957), de la de James Mangold (de 2007), es la de dos concepciones del cine totalmente distintas. Que bien podría ser, para que todos nos entendamos, la diferencia que media entre un buen turrón artesano de jijona de los de toda la vida y una barrita de sabor turrón convenientemente deshidratada, baja en calorías, que dicen ayuda a mejorar el colesterol, el tránsito intestinal y hasta previene de la caída del cabello, de esas que tanto éxito tienen hoy en día, aunque uno ni le encuentre el sabor ni sea capaz de comprobar alguno de sus tan cacareados efectos beneficiosos. Pues eso, aquello que en Delmer Daves es intensidad, pulso narrativo y una cámara al servicio de unas interpretaciones preñadas de sutilezas ha sido convenientemente aligerado hasta convertir el matiz en trazo grueso. Ni rastro del duelo moral e interpretativo que protagonizaban un hombre bueno machacado por el destino que lucha por recuperar su dignidad (Van Heflin como Dan Evans) y un carismático forajido dispuesto a tentarle con las prebendas del lado oscuro (Glenn Ford como Ben Wade). La fascinante ambigüedad moral del mefistofélico Ben Wade desaparece totalmente en la interpretación del bruto Russell Crowe (que seguro aprendió a pintar viendo al Leonardo DiCaprio de “Titanic”). Algo mejor parado sale Christian Bale, aunque ni por asomo se acerca al portentoso trabajo realizado por Heflin. Medio siglo separa ambas películas. Medio siglo en el que el cine de los grandes estudios de Hollywood en vez de madurar se ha infantilizado. La primera es una obra de arte. La segunda, un producto sólo apto para aquellos que, en su ignorancia, aún siguen pensando que unos cuantos tíos a caballo pegando tiros hacen un western.

Otra reflexión cinéfila
a cargo de
Pussy Deluxe
(imposible de copiar)

5 comentarios:

Anónimo dijo...

Imposible un remake de Pussy. Me kedo siempre con la original, enorme, soberbia, incomparable. Y qué suerte tiene este weblog de poder leer críticas como ésta, que no podréis encontrar en ningún diario. Yo vi la peli remake, y una vez leída Pussy, me parece más mala de lo que era. Ni falta hace decir que el gordinflón del Crowe está patético, con sus lorzas y esa cara guarro que tiene.

Anónimo dijo...

¡que bonito es el amor...!

Anónimo dijo...

Excelente crítica con la que no puedo estar más de acuerdo. El problema no es el de ser o no ser un remake, sino el de serlo y serlo malo. Hace falta el talento de un Hitchcock ("El hombre que sabía demasiado") para esa empresa, talento que desde luego no tiene ninguno de los nombres que has dicho (lo tienen para otros menesteres, como por ejemplo Van Sant).

Anónimo dijo...

Totalmente de acuerdo contigo,Lord.

Por cierto, querida Pussy, me ha encantado este artículo. Lo de mezclar el turrón de Jijona y los remakes me parece lo más.

Anónimo dijo...

Es que ya casi es navidad en El Corte Inglés, querido hombre de las gafas.